La toxoplasmosis es una enfermedad infecciosa que está ocasionada por el protozoo Toxoplasma gondii, uno de los parásitos más comunes del mundo. La infección suele contraerse al comer carne contaminada por los huevos microscópicos del parásito o comen quistes en carnes mal cocidas de vaca, oveja, cerdo o animales salvajes como el venado, exponerse a heces de gato (solo habrá peligro si el gato está infectado por ingerir carnes crudas, comúnmente al cazar) o mediante la transmisión de madre a hijo durante el embarazo. Este parásito de una sola célula abunda en los gatos, pero los seres humanos y otros animales también se pueden infectar con él.

           El parásito causa serios problemas en algunas personas. Entre ellas se incluyen las personas con sistemas inmunitarios debilitados y bebés de madres que contrajeron la infección durante el embarazo. Los problemas pueden incluir lesiones en el cerebro, los ojos y otros órganos.

           Es un parásito muy extendido entre los mamíferos (entre ellos, el hombre), sin distinción de género, raza o localización geográfica. Afecta a un 30% de la población mundial. El peligro que representa esta infección durante el embarazo reside en que el parásito puede atravesar la barrera placentaria, ocasionando una Toxoplasmosis congénita, es decir, una infección que se trasmite al feto antes del nacimiento. El riesgo de contagio y sus posibles consecuencias son mayores en el primer trimestre de embarazo y van disminuyendo conforme avanza la gestación.

           Esta enfermedad no es contagiosa entre persona y persona. La única manera de contagio entre persona y persona es la vía transplacentaria. A fecha de hoy no existe vacuna ni tratamiento para la toxoplasmosis.

Las infecciones pueden manifestarse de varias maneras:

  • Toxoplasmosis aguda. Suele ser asintomática, pero entre el 10 y el 20% de los pacientes desarrolla adenopatías cervicales o axilares bilaterales indoloras. Unos pocos de estos individuos también experimentan un síndrome seudogripal leve caracterizado por fiebre, malestar general, mialgias, hepatoesplenomegalia y, con menor frecuencia, faringitis, que puede simular una mononucleosis infecciosa e incluir linfadenitis.

 

  • Toxoplasmosis del sistema nervioso central. La mayoría de los pacientes con sida u otras inmunodeficiencias que desarrollan toxoplasmosis se presentan con encefalitis y tumores intracraneales, experimentan cefalea, alteración del estado mental, convulsiones, coma, fiebre y a veces deficiencias neurológicas localizadas, como pérdida motora o sensitiva, parálisis de los nervios craneales, trastornos visuales y convulsiones focales.

 

  • Toxoplasmosis congénita. Es el resultado de una infección primaria, a menudo asintomática, adquirida por la madre durante el embarazo. Se  puede experimentar aborto espontáneo, muerte fetal intrauterina o malformaciones fetales.

 

  • Toxoplasmosis ocular. Suele deberse a la infección congénita reactivada, a menudo durante la adolescencia y la tercera década de la vida, aunque rara vez puede identificarse en infecciones adquiridas. Pueden desarrollarse retinitis necrosante localizada e inflamación granulomatosa secundaria de la coroides, que pueden ocasionar dolor ocular, visión borrosa y a veces ceguera.

 

  • Enfermedad generalizada o que no afecta el sistema nervioso central en pacientes inmunodeficientes. La enfermedad puede caracterizarse por neumonitis, miocarditis, polimiositis, exantema maculopapular generalizado, fiebre elevada, escalofrío y postración. Las infecciones generalizadas no tratadas suelen ser mortales.

           La toxoplasmosis puede provocar síntomas parecidos a los de la influenza en algunos individuos, pero la mayoría de las personas infectadas no presentan signos ni síntomas. En los bebés nacidos de madres infectadas y las personas con el sistema inmunitario debilitado, la toxoplasmosis puede provocar complicaciones graves, tales como:

  • Problemas en la visión e incluso una ceguera debida a lesiones en la retina (la capa sensible a la luz que está en el fondo del ojo).
  • Daño cerebral que conduce a retrasos del desarrollo, convulsiones, pérdidas auditivas, flacidez muscular, o a tener una cabeza demasiado grande o demasiado pequeña.
  • Fiebre.
  • Ganglios linfáticos inflamados. 
  • Ictericia (tonalidad amarillenta en la piel y el blanco de los ojos).
  • Erupción en la piel.
  • Problemas en las células sanguíneas, como anemia o trombocitopenia.
  • Hígado o bazo grandes.

           Los bebés con toxoplasmosis congénita no suelen presentar síntomas en el momento del nacimiento. Los casos más graves de toxoplasmosis congénita ocurren cuando la madre se infecta a principios del embarazo. Esto puede conducir a abortos espontáneos o a que el bebé nazca pronto (sea prematuro) o sea muy pequeño. Los niños con el sistema inmunitario debilitado pueden presentar todos los síntomas antes mencionados, así como problemas en los pulmones y el corazón. Muchos de estos niños también nacen con una inflamación cerebral (encefalitis).

Es posible contagiarse con la toxoplasmosis por:

  • Excrementos de un gato infectado.
  • Ingerir carne contaminada que esté cruda o poco cocida.
  • Utilizar utensilios o tablas de cortar que estuvieron en contacto con carne cruda.
  • Beber agua contaminada.
  • Recibir un trasplante de órganos o una transfusión de sangre infectados.

           El diagnóstico de la toxoplasmosis se realiza mediante análisis de sangre que pueden detectar anticuerpos contra el parásito. 

  • Pruebas serológicas.
  • En presencia de compromiso del sistema nervioso central, tomografía computarizada (TC) o resonancia magnética (RM) y punción lumbar.
  • Evaluación histopatológica de las biopsias.
  • Ensayos basados en PCR (polymerase chain reaction) de sangre, líquido cefalorraquídeo, tejido o, durante el embarazo, líquido amniótico.