Las enfermedades hepáticas tienen con frecuencia un curso insidioso. Frecuentemente permanecen un largo periodo de tiempo en estado de latencia, sin provocar la aparición de síntomas de alarma. Y cuando se detecta algo, los síntomas parecen estar relacionados con el estómago o con el intestino: generalmente aparecen síntomas poco característicos como náuseas e intolerancia a las grasas, así como sensación de presión en la parte del abdomen.

           La hepatitis se trata de una infección vírica bastante frecuente, afecta a todas las personas de todas las edades. Actualmente la hepatitis vírica es bien conocida; no solo pueden identificarse diversos cuadros patológicos, sino que sobre todo se han identificado distintos agentes causales.

           La transmisión se produce generalmente a través de la boca, probablemente por agua contaminada, polvo o insectos. También es posible la transmisión sanguínea, actualmente es muy rara.

           En la hepatitis, los hepatocitos no son capaces de derivar la bilis hacia los conductos biliares, sino que la liberan directamente en sangre.

           La hepatitis A recibe su nombre del agente causal, el virus de la hepatitis A (VHA). La forma transmitida vía sanguínea causada por el virus de la hepatitis B (VHB) recibe el nombre de hepatitis B. Además, la hepatitis puede ser causada por el virus de la hepatitis C (VHC) (hepatitis C). Otra forma, la hepatitis E, es una causa frecuente de grandes epidemias de hepatitis vírica en los países en vías de desarrollo. La hepatitis causada por el virus de Epstein – Barr o el  citomegalovirus es menos frecuente.

Sintomatología: 

  • Durante los primeros días tiene astenia, indiferencia, pérdida de apetito, presión en la parte superior del abdomen y en ocasiones dolores articulares erráticos. Seguidamente:
  • Desarrollo rápido de una ictericia (Coloración de la conjuntiva ocular, también puede afectar a las mucosas y toda la piel).
  • Coloración marronácea, como la cerveza, de la orina.
  • Heces de color claro.
  • Hepatomegalia (agrandamiento del hígado).

El virus de la hepatitis A (VHA) contiene ácido ribonucleico y se multiplica exclusivamente en los hepatocitos, de los que desaparecen sin problemas tras unas cuatro o seis semanas de enfermedad; su transmisión se produce a través de alimentos contaminados y por el agua. El periodo de incubación es de 15 a 50 días. La mayor parte de los enfermos son niños hasta los diez años de edad. Se observa una fase previa de alrededor de una semana de duración con gastroenteritis, trastornos epigástricos y sensación de malestar. La hepatitis A es eliminada por las heces.

           El virus de la hepatitis B (VHB) contiene ácido desoxirribonucleico y se localiza mayoritariamente en los hepatocitos, donde puede permanecer durante muchos años como antígeno nuclear HB-Core. La determinación de la evolución de los anticuerpos contra determinados componentes (antígenos) del VHB permite obtener información sobre el estadio de la enfermedad, capacidad de contagio, curación, etc. La transmisión se realiza a través de la sangre y los derivados hepáticos, y con frecuencia también a través de las relaciones sexuales, de forma similar al VIH.

           Los niños se pueden infectar en el parto a partir de la madre y, de ser así, se tratarán y vacunarán inmediatamente. El periodo de incubación es de 50 a 150 días.

           La hepatitis B, se extiende por todo el mundo, se observa un inicio poco característico que puede prolongarse durante semanas con decaimiento, náuseas, intolerancia a las grasas, trastornos digestivos. La verdadera sintomatología de la enfermedad está en relación con la inflamación hepática: hepatomegalia dolorosa, alteración de la función hepática por ejemplo con paso de bilirrubina a la sangre (ictericia, sobre todo en los casos de niños en edad preescolar). Solo la hepatitis B, posiblemente también la C, puede tender a la cronificación hasta provocar una cirrosis hepática; la combinación de la hepatitis B + D puede causar insuficiencia hepática y provocar la muerte.

           El virus de la hepatitis C (VHC), antiguamente conocido como virus de la hepatitis noA noB (HNAHNB), contiene ácido ribonucleico y asimismo se multiplica mayoritariamente en los hepatocitos. La transmisión se realiza a través de la sangre y de los derivados hemáticos. El periodo de incubación es de 15 a 50 días.

           El virus de la hepatitis D (VHD), virus de la hepatitis delta, es un pequeño e incompleto virus ARN que solo puede multiplicarse en combinación con el VHB o virus similares. La infección adicional de un portador del VHB con el VHD puede causar graves patologías con insuficiencia hepática.

           El virus de la hepatitis E (VHE) se transmite a través de los alimentos. Este virus puede decirse que es el más reciente entre todos, aparece en la India, África y Centroamérica. Puede llegar a causar insuficiencia hepática y provocar la muerte.

           Actualmente existen varios tipos de tratamientos para la hepatitis vírica, aunque probablemente ninguno de ellos influye realmente sobre la evolución de la enfermedad. Si el enfermo se siente agotado, debe limitar e incluso reposo en cama.

           A ser posible, las medidas terapéuticas deben aplicarse en el hospital. La hepatitis A cura sin dejar secuelas. El tratamiento se ha de mantener hasta que se demuestre que ha desaparecido los signos patológicos, con frecuencia no detectados por el propio enfermo. Esta precaución es imprescindible, ya que sobre todo en el caso de la hepatitis B y la hepatitis C existe riesgo de desarrollar una hepatitis crónica y cirrosis. En los casos no complicados no es necesario tratamiento farmacológico. Ante una hepatitis debe evitarse el consumo de alcohol.

           Toda hepatitis debe tratarse con precaución. Se ha de hacer una dieta de fácil ingestión, evitando sustancias nocivas para el hígado, como el alcohol, las grasas, las especias, los medicamentos, etc. Reposo, en ocasiones en cama, sobre todo durante la fase aguda. Aplicación de calor local en la región hepática. Hoy en día se dispone de una vacuna profiláctica. La vacuna contra el VHA está indicada en las personas pertenecientes a grupos de riesgo.

           Actualmente, se recomienda la vacunación contra el VHB en aquellos países donde la hepatitis B se halla muy extendida. En nuestro caso deben vacunarse los grupos de riesgo como el personal hospitalario que trabaja en diálisis o cuidados intensivos, así como los pacientes que reciben transfusiones sanguíneas con regularidad. Los neonatos hijos de una mujer infectada por el VHB deben recibir, en el curso de las primeras 48h de vida, una profilaxis combinada.

           Desde 1977, la organización mundial de la salud (OMS) recomienda la vacunación contra la hepatitis B de todos los niños.